Del Zocodover a la Catedral

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Toledo es una ciudad que tuvo un rol muy importante en la historia de España. Ya cuando uno debe atravesar puertas y murallas para llegar al casco antiguo, puede empezar a comprender que está ingresando a un lugar que fue estratégico. De hecho, la ciudad fue la sede del gobierno de los Reyes Católicos hasta comienzos del siglo XVI, cuando la corte se mudó a Madrid. Mientras duró la permanencia de la corte, la ciudad albergó a numerosos artistas que estaban bajo la protección de poderosos mecenas. Algunos de ellos, como el Greco, militaron activamente para que la ciudad se convirtiera en la capital del reino. El nombre de «ciudad de las tres culturas» se debe a la pacífica coexistencia de cristianos, árabes y judíos durante varios siglos.

El recorrido por el casco histórico no es muy largo, pero está lleno de hitos para visitar. En general, todo el que llega en tren inicia su camino en la plaza del Zocodover. Está ubicada en la parte más alta de la colina, junto al Alcazar. Se cree que esta plaza es parte de la «tierra de nadie» que rodeaba a la fortaleza: su objetivo era que si el enemigo atacaba, no pudiera acceder al castillo a través de otros edificios contiguos. Con la ampliación de la ciudad, este espacio vacío pasó a ser el lugar del mercado, de las ejecuciones públicas y de las corridas de toros. Aunque existen varias versiones sobre el origen del nombre, todas remiten a los tiempos de la dominación árabe.

De la plaza del Zocodover surge una calle que lleva a la plaza de la Catedral y que atraviesa la parte de la ciudad medieval, primero mora y luego cristiana. Es una vía muy turística, llena de comercios, donde se puede ver la trama de callecitas y callejones estrechos y laberínticos, y las viviendas con sus faroles y balcones. Gran parte de este sector tuvo que ser reconstruido luego de la Guerra Civil Española, ya que el asedio al alcázar, donde se había refugiado un grupo importante de partidarios republicanos, dejó parte de la ciudad en ruinas.

Recorrimos Toledo en un día y estuvo bien; caminar por allí nos permitió dejarnos envolver por su espíritu señorial. Sin embargo, creo que da para quedarse y dedicarle un tiempo más, para descubrir algunos otros de sus tesoros.

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